Desde 1870 se entregaron
en Ilo los primeros títulos de propiedad de quienes fueron reubicados luego del
terremoto de 1868. Muchos de los terrenos entregados no
fueron ocupados inicialmente y estuvieron abandonados por largos años. Las
construcciones, muchas de ellas alejadas del centro, demostraban la precariedad
de sus ocupantes, con habitaciones de carrizo y algunas de barro. En el centro,
sin embargo, empezaba a consolidar la nueva ciudad. Edificios de una y dos
plantas empezaban a surgir. El adobe para las paredes, la madera para el piso,
madera, caña y la torta de barro para el techo, el mojinete trunco o el techo
plano, empezaban a vislumbrase como muestra de una población que no
se rendía a los embates de la naturaleza. Las calles empedradas y simples
senderos de tierra empezaban a dibujarse cada vez con mayor nitidez en este
nuevo Ilo de inicios del siglo XX. La población sufría de un inadecuado abastecimiento
del agua potable, alumbrado público casi inexistente y un pésimo servicio de aseo público. El principal problema
fue el de los terrenos no construidos ni cercados que se convertían rápidamente
en muladares y focos infecciosos, por lo que en julio de 1925 el alcalde Luís
Ghersi ordenó que los dueños de los sitios edifique o cerquen sus terrenos so
pena de recibir una multa y hasta de perder sus lotes, encargando a los
regidores Carlos Ostolaza y Ernesto Rodríguez el cumplimiento de esta
disposición municipal.
En el primer cuarto
de siglo la municipalidad recibió gran cantidad de solicitudes de terrenos con
fines de construcción debido principalmente al elevado costo de los alquileres.
En 1926 el concejo procedió a atender todas las solicitudes, pero don Pedro
Valle interpuso recurso de nulidad a este procedimiento argumentando que no se
había tenido la opinión del Delegado del Cuerpo Técnico de Tasaciones, tal como
estipulaba la ley de aquel entonces. Aunque desde Lima se había designado para tal fin a un ingeniero de apellido Dallorto, su demora en arribar a Ilo
perjudicaba la venta de terrenos por lo que se convocó a Valle para que,
acompañado de Julián Maura y Ernesto Rodríguez, procedan a la tasación de
sitios y realizar los cobros respectivos, solucionándose de esta manera el
impasse y dando legalidad a la venta de terrenos.
A inicios de 1927 los
primeros títulos fueron extendidos a los que tenían posesión y vivencia en el
puerto y se procedió a la demarcación de terrenos de libre disposición de
propiedad municipal. Aunque esto significo el primer intento por reordenar el
naciente pueblo de Ilo, el proceso de titulación no estuvo libre de problemas. Solo
por poner un ejemplo, don Armando Fernández Dávila, en enero de ese año 1927, solicitó
reconocimiento de dos sitios en la calle Callao, adjudicados inicialmente a la
señora Belisaria Vargas en 1871 y que hizo valer sus derechos con la
certificación entrega por Pedro Valle. Es posible que contando con el apoyo de algunas autoridades locales o foráneas algunos hayan intentado
apropiarse de terrenos de manera no muy legal, por lo que la autoridad municipal
dejó claro que “debía procederse de
acuerdo con los títulos que presente el interesado y que el delegado no tiene
facultad para expedir certificados de propiedad” pues el riesgo de tener títulos
entregados por dos comisiones distintas podía genera problemas posteriores.
En enero de 1929 el
alcalde Juan Tidow comprendió que era importante contar con un plano de la
ciudad por lo que se solicitó la presencia del ingeniero vial Dallorto, a fin
que levante el plano de Ilo. Era sin embargo tal la presión por nuevos
terrenos, que el concejo siguió asignando lotes, pues autorizó edificaciones
hacia el norte de la ciudad, colocando como límite las últimas construcciones
existentes en ella. Dallorto nunca llegó y se nombró en marzo de ese año al
ingeniero Víctor Criado Menéndez al que se le encomendó demás los estudios para
el establecimiento de agua y desagüe a la población. Para marzo del siguiente
año, el trabajo de Criado Meléndez estaba prácticamente terminado; había
demarcado los sitios y colocando la red de estacas de acuerdo a los planos, con
la intención de que sean recubiertos de concreto para su mejor visualización. Finalmente,
el 16 de junio, el Ministerio de Fomento aprobó el Plan Topográfico de Ilo que
comprendía un área de 345,567.50 m2 con los linderos que siguen: por
el Norte el río de Moquegua, por el Este y por el Sur con la línea del
ferrocarril y por el Oeste con el Océano Pacifico. El trabajo de Víctor Criado
no terminó con el plano sino que fue enviado nuevamente a Ilo para que formule
el estudio de la urbanización de sitios fiscales de libre disponibilidad y
proceder a su lotización, en base al plano ya aprobado, asignándosele un haber
de ciento veinte libras peruanas.
En la década de 1940
la demanda de terrenos para la construcción de viviendas o negocios rebasó las
posibilidades físicas de la municipalidad. El plano levantado por Criado había
sido prácticamente desbordado y sólo quedaba abrir un nuevo frente urbano hacia
el norte. Ilo crecía a pasos agigantados y obligaba a sus autoridades a ponerse
en el mismo papel. La gestión de Antonio de la Flor encargó, entonces, realizar un nuevo plano
sobre las futuras construcciones, encomendado para este trabajo al regidor
Ernesto Rodríguez
A inicios de agosto
de 1945, Rodríguez presentó el plano de la futura expansión, el cual fue
aprobado, pero se dejó constancia expresa que, al realizar el levantamiento de
los mismos, el ingeniero Víctor Criado Menéndez había variado la dirección de algunas
calles. Efectivamente, el nuevo plano tomó otra dirección a partir de la calle
Alfonso Ugarte, suprimiéndose las calles que llevaban los nombres de “La Rivera”, “La Marina” y “General Domingo
Nieto”; de la misma forma se modificó la medida de las manzanas. El principal
inconveniente de estos cambios fue que se alteró la ubicación de los terrenos
que con anterioridad habían sido vendidos, de acuerdo con la ley Nº 4673. De
esta manera, el margesí que se presentaba en aquella época y que fue aprobado
por el Concejo, era “el único documento con el cual pueden ser ubicados los
terrenos, de acuerdo con el plano que al efecto posee el concejo y que ha sido
tomado como referencia del levantado por el ingeniero señor Víctor Criado.” En
base a este trabajo, se encargó a Ernesto Rodríguez, en su calidad de perito delegado,
realizar deslindes, mensuras y tasaciones de todos los lotes de terreno de
propiedad municipal, tanto adjudicados como no adjudicados, a fin de poder
entregar nuevos lotes y habilitar, de esta manera la nueva zona urbana de Ilo.
A partir de este
proceso se produjo una inusitada avalancha de solicitudes de terrenos en las
nuevas áreas abiertas, incluso antes de que los planos estuviesen concluidos.
Así, en agosto de 1945, fueron varias las personas que solicitaban adjudicación
de terrenos, especialmente en la calle Abtao, entre ellos, Manuel Tomasio,
Ernesto Rodríguez, Humberto Cokting, Alfonso Fernández y Armando de Ferrari. En
varios casos las persona requería de más de un terreno y otras lo hacían en
nombre de terceros; así don Luís Díaz solicitó dos lotes para don Alfredo Diez
Canceco y cinco lotes para él mismo; Atilio Jo pedía cinco lotes, para Humberto
Ghersi se destinaron tres lotes solicitados por Luís Díaz y dos lotes para “Cánepa
y Cía.” solicitados por el mismo Díaz.
En el mes de octubre
se presentan nuevas solicitudes de terrenos: don Alberto Wehrle lo hacía a
nombre de su esposa Julieta Vásquez, de sus hijas Alicia y Emma Wehrle y de su
hijo político Enrique Renaud Vásquez, un lote para cada uno; don Luís E. Maura
en nombre de doña Angela Barrios Espinoza, un lote y dos lotes para él; Eduardo
Jiménez Gómez cinco lotes; Eduardo Gonzales López, dos lotes; don Carlos Hernán
Zegarra dos lotes; doña Teófila López viuda de Gonzales, dos lotes… y paremos
de contar. Presionado por la demanda de terreno, en julio del ’48 la
municipalidad encargó al ingeniero Julio Loli levante planos para habilitación
urbana entre la fábrica de conservas y la avenida Alfonso Ugarte. Sobre ellos
el perito tasador y mensurador designado por el concejo procedió a la lotización
y se le autorizó para que realice la marcación de las esquinas con el mismo
ingeniero tomando como referencia el barrio viejo (es decir la zona de Ilo que
culminaba a la altura de la calle Alfonso Ugarte). El 10 de setiembre de 1948
se comisionó al inspector de sitios de la gestión de Ghersi, don Alberto
Wehrle, para que estudie la apertura de la calle de Abtao en el punto Este de
la población, formulando las bases respectivas y se convoque postores para la
obra citada.