miércoles, 20 de marzo de 2013

EL GOBIERNO MUNICIPAL DE AUGUSTO DÍAZ P.


El 25 de junio de 1916 en un segundo intento, el alcalde de ese entonces Alberto Malatesta logró que el concejo aceptase su renuncia al cargo. Entre los regidores se eligió a su sucesor, recayendo este encargo en don Augusto Díaz Peñaloza quien estuvo acompañado entre otros de José Alponte, Miguel Gambetta y Vitaliano Miovich.  

Coincidió con su período la escasez de moneda fraccionaria, ante lo cual tomó la decisión de mandar confeccionar un aparato con el que se fabricaron trescientas contraseñas de cobre y cuatrocientas de lata con las iniciales "CD" (Consejo Distrital) a la que se les dio el valor nominal de dos y un centavo respectivamente, poniéndose en circulación desde el día 13 de abril de ese año. En otras palabras, Ilo "acuñó" su propia moneda. Parece que la solución funcionó pues con posterioridad los comerciantes solicitaron que el  concejo emita una cantidad de fichas de cobre y lata similar a la emisión anterior para dar vuelto mientras lleguen los centavos.
Escaseaba la carne y el pescado. Con la carne, se dispuso que su venta sea entregada en exclusividad mediante remate al carnicero que decidiese asumir su distribución, ganando un diferencial en el precio y prohibiéndose su expendio en la plaza del mercado, como era costumbre. Así, don Lorenzo Torrelio remplazo a don Mariano Nieto, antiguo comerciante de este producto. Pero para febrero de 1817 la escasez de carne era tal que le fue difícil a Torrelio cumplir el contrato de abastecimiento, renunciando al mismo y perdieno el depósito de 20,00 libras peruanas dejado como garantía.
En el caso del pescado el concejo ofició a la Capitanía del Puerto a fin de que disponga que parte del pescado extraído sea distribuido en Ilo, estableciéndose un puesto de venta cerca del malecón del edificio del Sr. Malatesta. Igual escases ocurría con el pan: Díaz se vio obligado a publicar bandos con el precio el este producto y se reunió con los panaderos “a fin de fijar precios equitativos a cada artículo y aliviar algo la condición del pueblo.” Los panaderos se comprometieron a elaborar panes de agua con un peso de tres onzas cocido y venderlo a cinco por veinte centavos moneda boliviana. En general los precios de los productos de primera necesidad empezaron a elevarse; el azúcar subió a 25 centavos la libra, la harina a S/ 15.50 el quintal y el aceite de olivo a 0,80 centavos la botella. ¿Qué estaba pasando? La situación coincidía con el conflicto armado que ocurría en Europa, hacia donde empezó a fluir la mayor cantidad de producción, reduciéndose la frecuencia de los vapores que trasladaban normalmente la carga a puertos como el de Ilo. Importante fue la gestión de Díaz para convencer a los comerciantes locales de no variar su lista de precios sin causa justificada. Realizó trámites para lograr que la Compañía Recaudadora deje en este puerto parte del arroz y azúcar que mandaba el gobierno. Envió telegrama en el mismo sentido al Ministerio de Hacienda, al Presidente del Comité de Subsistencias y a los representantes Urquieta, Becerra y Lanatta, sin recibir respuesta. A fines de 1918, las alzas afectaron los útiles para el alumbrado, los tubos, las boquillas de las lámparas y el propio kerosene que alcanzaron el doble de su valor, lo que no solo aumentaba el déficit del municipio, sino que obligaba a restringir el servicio del alumbrado público.

El  arqueo final, al 31 de diciembre de ese año, terminando el mandato de Díaz, estableció un déficit de S/ 272,73, distribuidas entre varios acreedores, entre los que estaban “Jo y Cía.” (155,30 soles), “Malatesta Hermanos” (20,43 soles).  Obligado por esta situación, en octubre de ese año el alcalde Díaz se dirigió mediante oficio al Dr. Urquieta, representante por Moquegua en el Congreso, para que formule un proyecto de ley a fin de lograr que el producto que genere el guano de las islas desde Punta de Coles a Yerbabueba se convierta en renta del concejo, cuyos ingresos se dedicarían a la higiene del vecindario, servicio que no se atendía por falta de recursos. Aparentemente esta gestión no tuvo éxito.
Fue durante la gestión de Díaz que se recibió en donación (mayo de 1917) la glorieta, obra realizada por el cuerpo de marinos, la tripulación de la Capitanía, del resguardo y los matriculados del puerto, además del algunos vecinos animados por la obra que se venía construyendo y que en homenaje a los héroes de la marina se le puso por nombre "José Gálvez". Correspondió a la gestión de Díaz colocar los tirantes que faltaban para la seguridad del puente, pintar y poner el piso final de la obra y arreglo del parque Billinghurst.
Fue también en esta gestión que se construyó el primer camal municipal pues el beneficio de las reses era realizado cerca de la Recoba o mercado o cerca de los muladares que habían en las afueras del puerto. En julio de 1918 el consejo aprobó esta obra en coordinación con la Junta Provincial de Sanidad por lo que el alcalde Díaz se dirigió al alcalde de Moquegua y al Sr. Lanatta, senador del departamento buscando el apoyo respectivo. Con esta gestión se logró que el Ministro de Fomento ordene el 6 de julio, que el administrador del ferrocarril en Ilo entregue al Concejo 12 rieles como contribución para que sean usados en la construcción del indicado camal.
Preocupado por los servicios que se brindaban a la población, en agosto de 1916, el municipio amplió el servicio de alumbrado público hacia las zonas que no lo tenían y mandó colocar dos surtidores a los ya existentes uno en la plaza del mercado y otro en las esquinas de las calles Zepita y Ayacucho.
En 1917 el concejo presidido por Díaz realizó una colecta pública en beneficio de "Pro Marina" con la finalidad de adquirir sumergibles para la defensa nacional, la cual alcanzó la suma de S/ 135,56 libras peruanas que se remitieron en un giro a través de “Duncan, José y Cía.” en Lima, a la orden de la Sra. Dora de Bozaño, Presidenta de la Junta Pro Marina.
Mediante DS. del 12 de agosto de 1916, el gobierno central había establecido en toda la república las ceremonias de homenaje por el centenario del nacimiento de don Francisco Bolognesi, el Héroe de Arica. Con tal motivo  el alcalde recurrió al Jefe del Destacamento de Ilo para que algunos efectivos enseñasen ejercicios militares a los niños del plantel de varones, destinándose para esta tarea a un sargento de apellido Byene, al que se le pagó dos soles por sus servicios. El 4 de noviembre de ese año, en una ceremonia a la que asistieron las autoridades del pueblo y las instituciones locales, así como los alumnos de las escuelas fiscales, se realizó a partir de las 8 de la mañana el homenaje al grande de Arica, empezando por el saludo a la bandera. Nota emotiva, escribió un diario de la época, la pusieron los alumnos de la escuela de varones quienes hicieron demostración de destreza marcial con los ejercicios que ofrecieron a los concurrentes.
El gobierno de Díaz llegó a su fin en diciembre de 1918. Las elecciones municipales del 3 y 4 de noviembre de 1918 dieron como ganador a Carlos M. Vives. La nueva administración se instaló el primero de enero de 1919 a las diez de la mañana.

miércoles, 13 de marzo de 2013

LOS LIOS DEL FF.CC. ILO MOQUEGUA


Como consecuencia del terremoto de 1868 el presidente Balta incorporó dentro de su política ferrocarrilera la construcción del ferrocarril de Ilo a Moquegua como una forma de dinamizar la economía departamental y de esta manera resarcir de algún modo los efectos catastróficos del sismo. Varios fueron los postores para esta obra, entre ellos Deves Frerres, quien fue el que finalmente logró obtener la autorización correspondiente luego que una segunda convocatoria resultase desierta.

Desde un inicio el ferrocarril empezó con mal pie debido a que no fue una obra debidamente planificada sino más bien una respuesta política y populista en la circunstancia ya descrita. Sus costos fueron elevados y si comparamos la distancia con el volumen posible de traslado y de pasajeros, los entendidos están de acuerdo en que nunca debió construirse esta línea. Pero el "boom" de los ferrocarriles había prendido como una promesa de progreso y modernidad, el gobierno estaba decidido a conectar Costa y Sierra con los caminos de hierro, el presupuesto nacional podía sostener tamaña inversión y los trabajos previos de Enrique Meiggs hacían prever que la obra debía ser una realidad. Es decir, se dieron las condiciones para entregar en contrato la realización de la obra.

Si bien la de Frerres fue la propuesta ganadora, éste terminó pasando la obra a don Enrique Meiggs, famoso ya por los ferrocarriles previos que en Santiago había construido. Con ese genio constructor, el ferrocarril de Ilo a Moquegua no debió ser un serio problema debidó a la distancia entre ambos puntos y a lo poco accidentado del recorrido si tenemos en cuenta los que corresponden a Callao - La Oroya o el de Arequipa. Pero no fue así.

Un estudio pormenorizado de esta obra nos alumbra serias objeciones. La historiadora española Teresa Cañeo, quien ha escrito sobre la historia de Moquegua páginas admirables, señala por ejemplo, que la línea no tuvo en cuenta las especificaciones del proyecto inicial, tal como denunciaron algunos agricultores moqueguanos perjudicados debido a la expropiación irregular de sus terrenos, la obra presentaba fallos técnicos, curvas muy cerradas e inclinaciones de mayor gradiente de las especificadas, lo que sin embargo le valió a Meiggs ahorrar  hasta tres millones de soles de una obra contratada en cinco.

No solo eso. El trazo de la línea significó otro problema pues debía pasar en Moquegua por terrenos agrícolas dedicados al cultivo de la vid. El gobierno ayudó promulgando un dispositivo para expropiar los terrenos argumentando que de esta manera  se ayudaría a los moqueguanos a aligerar las cargas tributarias y deudas contraídas como consecuencia del terremoto. Nada más falso pues en realidad se buscaba apurar la acción de compra venta a bajo precio para iniciar lo antes posible la obra. Aunque algunos hacendados vendieron y migraron, otros calificaron esta expropiación de injusta y vejatoria y exigieron una indemnización luego que una comisión determine con exactitud y veracidad el perjuicio cometió contra ellos.

Según Cañedo, la expropiación de unas 30,000 varas cuadradas o 200 mil metros cuadrados (por las que se pagó cinco pesos el metro cuadrado) significó la destrucción de 200,000 cepas lo que influyó directamente en el volumen de la producción de vino. Según sus propias palabras "esto fue la agudización del deterioro económico que se registra en el último tercio del siglo, con una nueva caída de la producción a la décima parte de su valor." En realidad, aunque el ferrocarril inyectó, es cierto, un aire de modernidad a Moquegua, impactó negativamente en un sector tan delicado como el vitivinícola. Por eso que, luego de muchos reclamos, Meiggs tuvo que indemnizar a los hacendados moqueguanos: debió pagar cada cepa a tres soles además el 40% sobre dicho precio.