sábado, 19 de abril de 2014

MARIA SOLÍS DE NIETO

 
      María del Tránsito Asunción Solís Martínez de Pinillos era una agraciada jovencita perteneciente a una de las más emblemáticas familias de Lambayeque. Su vida transcurrió dentro de la tranquilidad Y comodidad económica que su padre había conseguido para su familia en base a su esfuerzo y a su relación con la clase alta chiclayana. En 1828, a sus quince años, asistió a una reunión en la que se recepcionaba a los oficiales peruanos que marchaban contra la Gran Colombia. En el transcurso de la cena vio reflejados en los grandes espejos del salón unos ojos que se resistían a dejar de observarla con aquella mirada que nos dice que desde ese momento la vida iba a tomar un camino distinto del cual uno no puede apartarse.
     
     Es posible que, al verse retribuido, el dueño de aquellas miradas haya tomado la iniciativa, vestido como estaba con sus mejores galas militares que tenían la virtud de convencer a  muchas de las niñas de la alta sociedad. Conversaron toda la noche, bailaron algunas piezas y se verían algunos días. La campaña militar estaba en progreso y ambos, como jóvenes profundamente enamorados, arriesgaron una decisión final: contraer matrimonio. Él, un militar reconocido, triunfador de Junín y Ayacucho y ella, sujeta de una importante dote y con antecedentes familiares de nobleza, no tuvieron ningún impedimento para contraer nupcias el 30 de octubre de 1828 en la iglesia de Chiclayo. El esposo era Domingo Nieto.
     María y Domingo tuvieron cuatro hijos: Beatriz del Carmen, Bárbaro Leónidas, Domingo y Fortunata además de por lo menos dos muertos a temprana edad. De la primera Domingo dejó embarazada a María cuando partió hacia la Gran Colombia y a la última no llegó a conocerla pues murió sólo sabiendo que había nacido.
En el tiempo que duró su matrimonio, María supo ser esposa, madre, amiga y confidente de Nieto en los momentos más difíciles de su esposo, no solo manteniéndolo al tanto de las acciones militares y conspiraciones en su contra,  convocando a militares para apoyar los proyectos de su marido, difundiendo escritos, cartas y panfletos que ella costeaba con sus propios recursos o socorriéndolo en momentos en que su vida peligraba. Cuando Nieto fue deportado por Salaverry hacia Colombia, por ejemplo, María se las ingenió para hacerle llega entre su ropa limpia un par de pistolas con las que tomó el control de la nave y pudo desembarcar en el norte. Participó en algunas conspiraciones, a veces junto a doña Francisca Diez Canseco, esposa de Castilla y Mercedes Subirat esposa del general La Fuente. En muchas cartas escritas a Domingo deja constancia de sus actividades: “Se ha dado principio al manifiesto. Ya está en mi poder los papeles todos con tus sellos. El teniente Távara es el que corre con la inspección y el Sr. Heredia ha dado el dinero para los gastos necesarios…” le escribe en una de ellas. Ya embarazada de Fortunata, María participó en una conspiración contra el Director Vivanco y sufrió por ello encarcelación siendo luego condenada a dejar el territorio peruano mes y medio luego de verificarse el parto, terminando en París, lejos de su esposo, donde muere el 21 de febrero de 1861.
     Nunca estuvo María quieta, reducida a sus labores hogareñas, sino que siguió a sus esposo allí donde la historia lo llevaba, en Lambayeque, Moquegua, Tacna, Arequipa o Lima, cambios a veces bruscos que terminaron afectando su salud. En ellas supo de estrecheces económicas que afrontó con dignidad sin preocupar a su esposo. En una de sus cartas le escribe a Domingo con profundo cariño: “No te aflijas porque no tienes que darnos porque días no faltan y hemos de ser muy desgraciados para que nos falte que comer. Espero que si Cortez vuelve, tengamos para  algunos meses con economía para mantener la familia…”.
María es una mujer enamorada de su esposo, preocupada por su salud, al extremo de reconocer que la suya propia pasa por malos momentos al pensar en las avatares que su esposo estuviese viviendo: “Se me acabará ya la paciencia pues yo no vivo sino en una completa desesperación presenciando cada día más injusticias contra ti y lamentándome de tu mala elección…” escribe en una carta; en otra le comenta en tono amoroso: “Mientras tanto yo no pienso más que en el punto donde deberás fijarte y donde estés seguro de tus émulos y enemigos… Me desvelo pensando en esto afligida porque no encuentro el cómo.” El día en que Nieto cumplía años, el 4 de agosto de 1839, María le escribe: “…Hoy pasaré un día más triste que los pasados recordando este mes tan aciago para nosotros. Dios quiera que los años que nos restan no sean tan desgraciados…” Pobre María. El destino no le escucho tal deseo.
Al leer la correspondencia de María y al estudiar las acciones llenas de amor que emprendió en favor de su esposo no queda la menor duda que hizo bien Domingo al entregarle su corazón una vez muerto: homenaje a quien le debía en gran medida su carrera y su buena estrella.