La presencia
española en el valle de Ilo lo convirtió en uno de los más
importantes productores de olivos de todo el virreinato aunque esta preciada
oleaginosa se distribuyera por varios valles costeños y fuera del virreinato.
Desde la hacienda Osmore y hasta la desembocadura del río muy rápido el curso
inferior del río de Moquegua se pobló de extensos bosques de olivos cuya fama
fue refrendada por diversos viajeros que tocaron y recorrieron el pueblo de San
Gerónimo. Al olivo le siguieron el azúcar y el algodón siendo el primero de
ellos otro de los productos estrella en el período colonial. Varias haciendas
tuvieron extensas plantaciones de caña e implementaron trapiches para la
obtención del azúcar y miel entre otras especias.
La hacienda
Nuestra Señora de Loreto fue la más notoria en la producción del azúcar. Hacia 1767
esta hacienda era propiedad de los jesuitas afincados en Moquegua quienes se
dedicaban al cultivo de tan dulce producto. Esta propiedad, luego de la expulsión
de la orden pasó a la Administración Real
de Temporalidades Jesuitas con sede en Arica, y cuyo interventor-administrador
era el Teniente Corregidor de Ilo don Gregorio Peñaloza y Velarde.
Según lo
reseña Lucho Cavagnaro, Loreto tenía dos sectores:
una que se administraba directamente y otra que se alquilaba a diferentes
conductores. La gran extensión correspondía al cultivo de la caña de azúcar,
predilección de los jesuitas, además de alfalfa, que era otro lucrativo negocio
cuya responsabilidad recaía en un mayordomo. En 1767, año en que los jesuitas empezaron a
trabajar la hacienda el primer mayordomo fue Bernardo de Eyzaguirre que empezó
sus labores un 14 de marzo cobrando un salario anual de 250 pesos además de una
ración semanal medio carnero, pan, velas, azúcar, yerbas del Paraguay y jabón. Antes
del año, sin embargo, Eyzaguirre fue
remplazado por Francisco Rondón, a quien sólo se le pagó 200 pesos al año.
Loreto
contaba con un ingenio azucarero que el viajero francés Amadee Frezier nos lo
describió con detallada memoria; la máquina contaba con un rodillo central que hacía
girar los otros externos gracias a un sistema de piñones de hierro incluidos en
la misma pieza que engranan unos contra otros. Estos rodillos, que giraban en
sentido contrario, presionaban las cañas extrayendo el jugo que mediante un
canal era conducido a las calderas donde se hacían hervir tres veces, agregándole
jugo de limón y otros ingredientes. El resultado era un producto que se vertía
en conos donde se cuajaba en grumos de un color marrón muy intenso, que se
cubrían con cuatro o cinco pulgadas de tierra mojada, que se mantiene húmeda
rociándola todos los días a fin de blanquearla y refinarla. Esta agua hacía que
el jugo cayera gota a gota cuajándose en panes de color blanco. Esta actividad
de molienda que se realizaba en la época de verano, alcanzó entre febrero de 1769
y enero de 1770 una producción de 769 arrobas y 4 libras de miel.
Debido
a la actividad realizada en la hacienda, se construyó toda una infraestructura que
estuvo a cargo del albañil Antonio Infanzón, el carpintero Pablo Valdiche y el
herrero Pablo Gutiérrez. Comprendía éste la casa de pailas, la molienda y los
hornos.
En las faenas
ordinarias de campo Loreto contaba con 21 esclavos pero cuando entre los meses
de abril y mayo se realizaba el plantío de las cañas se contrataban 45 peones que
se contrataban entre pescadores del litoral e indígenas de las tierras altas,
todos a cargo de un mayordomo. Los
esclavos recibían como ración semanal charqui y maíz para su cotidiano y
afroandino chicharrón. Según datos de la época entre 1768 y 1769 se consumieron
en Loreto 243 arrobas de charqui y 232
de maíz. A los esclavos también “se les suministraba tabaco de Saña y se les
proporcionaba ropa dos veces al año, para Corpus y Navidad, que confeccionaba
el sastre Silvestre Alarcón, con telas del país en colores blanco y azul, que
debieron ser los colores que identificaban a los esclavos de Loreto.”
Con el
tiempo Loreto pasó por varias administraciones siendo una de ellas los padres
del Gran Mariscal Domingo Nieto, por lo que no es descabellado afirmar que allí
habría nacido nuestro Gran Mariscal. En algún momento de 1843 en las
habitaciones de esta hacienda Nieto pasó unos días de descanso junto a algunos
oficiales, contándose entre ellos a Ramón Castilla, futuro presidente del Perú.
Referencias
Adriazola, Edwin. Apuntes para
una historia general de Ilo
Cavagnaro, Luís. Materiales para
la historia de Tacna. Tomo IV