A consecuencia de la presencia del Coronavirus, se me preguntó si habíamos
vivido en Ilo situaciones similares o parecidas. Echamos mano a los archivo y
esto fue lo que encontramos.
A inicios del siglo XX las condiciones de salubridad existentes en
la población no eran de las mejores: muladares en distintos puntos de la ciudad,
un servicio de agua potable deficiente, un servicio de alcantarillado inexistente, sin hospital ni botica,
eran alguna de estas condiciones. Ilo sólo contaba con una Estación Sanitaria, una
de las tres primeras que se crearon en el Perú junto a las de Paita y Callao en
1903.
En este panorama no era rato que se presenten situaciones comprometedoras
par la salud. En diciembre de 1916 se
presentó una epidemia de tos convulsiva que obligó a adelantar los exámenes en
las escuelas municipales pues las principales víctimas fueron niños. En mayo de
1918 se presentaron algunos casos de angina membranosa que tuvo carácter epidémico;
el concejo distrital a cargo de don Augusto Díaz Peñaloza solicitó a la Junta de Sanidad los
protocolos a seguir en estos casos y a la Dirección de Salud solicitando suero
antidiftérico para atender los casos presentados. Los propios concejales realizaron
visitas domiciliarias a fin de evaluar las condiciones higiénicas y detectar a
posibles víctimas, ordenándose el aislamiento domiciliario a los atacados por
la enfermedad. Volvieron a aparecer los Comisarios de Barrio, vecinos que, de
forma ad honorem, hacían vigilancia vecinal y visitaban las viviendas para identificar
nuevos casos. En esta oportunidad se cerraron por 15 días las escuelas fiscales.
En octubre de 1919 se presentó una epidemia de gripe en la ciudad
y el valle. El alcalde de esa ocasión, Carlos M. Vives, retomó las visitas domiciliarias,
se desinfectaron las viviendas comprometidas y se incineraron los muladares en
los alrededores. Las escuelas se clausuraron por 20 y se ordenó a los dueños de
ganado la construcción de establos especiales con cemento dándoseles treinta
días para esta obra.
En junio de 1921, siendo alcalde Pedro Valle, el médico sanitario
denunció algunos casos de viruela que afectó a muchos niños; a comienzos de
1922, con motivo de unan epidemia de fiebre amarilla en el Perú, llegó a Ilo
los integrante de la Campaña Sanitaria, realizando actividades de prevención y
profilaxis. Para muchos debía ser muy fresco la epidemia de fiebre amarilla que
mató a varios integrantes de la comunidad asiática a fines del siglo XIX y que
fueron enterrados en un lugar apartado del antiguo cementerio.
Quizá la situación de salud más grave fue la peste bubónica surgida
a inicios de 1941. En el mes de mayo de ese se detectaron dos casos de esta
peste en Tacna procedentes de Ilo, por lo que se dispuso la vacunación general
de la población y se procedió a colocar trampas y colocar veneno en todas las
madrigueras identificadas, mientras la policía realizaba el control de los vehículos
que ingresaban desde Moquegua y Arequipa, exigiendo una desinfección de los mismos
y la vacunación obligatoria de los conductores y pasajeros. Se prohibió la
crianza de cerdos y cuyes en las viviendas, se realizaron visitas domiciliarias,
se incineraron los muladares e incluso se envenenaron perros vagos. Llegó
incluso a exhumarse un cadáver que fue enviado a Lima sobre el que se haría un
examen a fin de confirmar o descartar la presencia de la peste. Tan grave debió
ser la situación que el municipio decidió pagar cincuenta centavos por cada
roedor que los vecinos presentasen. Incluso se llegó al extremo de destruir una
vivienda en la avenida Ferrocarril.
En diciembre de 1941 ocurrió en el sur la viruela; la respuesta
fue exigir a los comerciantes la obligación de exhibir certificados de
vacunación antivariólica y del carnet sanitario que acredite buena salud para
ejercer su oficio. Se ordenó la caza de roedores, llegando a contar un total de
255 roedores. Se dispuso la vacunación de todos los pobladores, distribuyéndose
los certificados sin costo alguno.
Lo último que vivimos en Ilo fue el cólera cuyo primer caso se
registró en febrero de 1991 en un pescador proveniente del norte. La zona más
afectada, según los reportes oficiales, era la de los pueblos jóvenes y en
especial a menores de edad. Su inesperada aparición encontró al sistema local de
salud sin los recursos necesarios, llegándose a señalar que los pacientes afectados
por este mal deberían pagar su propio tratamiento, cuando en otras circunstancias
éste era gratuito. En 1993 aún existían casos de cólera, formándose el Comité
contra el cólera que propuso a fines de diciembre declara en emergencia a Ilo
por la falte de agua.