A fines del siglo
XIX existían en Ilo una escuela de varones regentada por el profesor Manuel
Borda y otra de niñas a cargo de la profesora Leila Mendoza ambas de
administradas por el concejo que tenía a su cargo el pago del alquiler del
local, el sueldo de los preceptores, la implementación de los locales y la
compra del material de enseñanza, lo que no siempre se realizaba con prontitud ni en la cantidad adecuada. Ambos docentes hicieron renuncia al cargo en abril de 1889. Ese mismo año el alcalde don
Lucas Folch reunió a los alumnos en un colegio mixto nombrándose preceptor a Timoteo Vásquez. la idea ni tuvo acogida entre la población, por lo que se decidió
crear una escuela de varones de la que se hizo cargo Vásquez y otra de niñas de
la que fue responsable doña Celia Hurtado.
Diversas inspecciones concluyeron que, mientras la escuela de niñas andaba sin mayores problemas, en
la de varones se evidenciaba frecuente inasistencia responsabilizándose de esta
situación al preceptor Vásquez. Los locales alquilados
para ambas escuelas no contaban con los ambientes adecuados lo que obligó a buscar un nuevo local
tomándose en alquiler una casa que pertenecía a la señora Josefa Morales.
En estas escuelas
los alumnos rendían dos exámenes semestrales, uno en el mes de julio y otro en
el mes de diciembre o enero y se incentivaba a los padres a enviar a sus hijos
a la escuela otorgándose algunos premios. Así por ejemplo, en 1891 se entregaron dos tipos de premios: uno de cinco soles al padre que más se hubiese
distinguido en mandar a sus hijos a la escuela y seis en caso de las hijas y
otro de seis soles para aquella madre que más diligente se hubiera mostrado por
el adelanto de sus hijos y cinco al padre bajo las mismas condiciones. A los
alumnos de mayor rendimiento se les entregaban menciones honoríficas, libros, cortes
de vestido para niños y de lana para las niñas. La evaluación estaba a cargo de
una Comisión Censora que publicaba a los
premiados y una Comisión Examinadora que evaluaba y entregaba los resultados
finales. Estos exámenes eran públicos pues la distribuía invitaciones a todas
las autoridades y personas notables para el día 28 de julio, fecha de la
ceremonia del aniversario nacional que sería aprovechada para realizar la
premiación correspondiente.
La premiación era
pues una ceremonia especial en la que se entonaba el Himno Nacional , se leía el
Acta de la
Independencia , se daban las palabras de rigor y se
hacía público el resultado final con el que se procedía a premiar a los mejores
alumnos. En 1891 las niñas con mejores
rendimientos fueron: sobresalientes Rosa A. Bonatti, Eulalia Juárez y Cristina
Villalobos, a quienes se les entregó un corte de tela; Bueno: Jesús Cornejo,
Rosa Maturana y Elena Leonardo, a quienes les correspondió textos de
instrucción y dos cortes de tela. En la escuela de niños: Sobresalientes: Jesús
Alponte, Esteban Hurtado, Lucas Salcedo y Patricio Ascaño, a quienes se les
entregó un corte de vestido y menciones honoríficas: Bueno: José Gasco, Antonio
Mendoza, Francisco Vásquez y Emiliano Hurtado, a quienes les correspondió un
corte de vestido.
Como el ausentismo
era el problema más persistente, a fines del siglo XIX se publicó un bando en el que se obligaba a los padres a enviar a sus
hijos a la escuela imponiéndose una multa a los padre que incumpliesen esta
ordenanza y se autorizó a la policía municipal a informar de quienes, estando
en la obligación de asistir a la escuela, no lo hicieran. Varias eran las causas de
estas ausencias, entre ellas la negativa de quienes tenían niños empleados, las condiciones
del local escolar, la falta de útiles y la poca dedicación de los preceptores como admitieron algunos padres
consultados por la autoridad.
Durante la gestión
de Cayetano Garibaldi algo de esto intentó superarse pues se distribuyeron cuadernos, pizarra, tinteros y lapiceros con sus plumas
para aliviar en algo esta carencia. Se reunió a los padres en una sesión en el
concejo y se concluyó que el preceptor Vásquez no había contribuido a la mejora
de la instrucción por lo que se decidió culminar su trabajo y remplazarlo por el
párroco Francisco Javier Zúñiga en enero de 1894. Si esto ocurría con la
escuela de varones, situación diferente se evidenciaba en la escuela de niñas,
cuya asistencia diaria es regular y la preceptora no sólo se dedicaba a la
enseñanza de la lectura y escritura sino también se consagraba a enseñarles pese
a su exiguo el sueldo de quince soles.
El trabajo de Zúñiga
tampoco fue muy adecuado pues se le acusaba de descuido en sus labores tanto
por su edad como pro sus obligaciones religiosas lo que obligó en más de una
ocasión postergar los exámenes previstos. Un informe al respecto de enero de
1999 señalaba que el plantel de varones está mal regentado y que nada de
adelanto se había manifestado con relación a la prueba final del año 1897 y que
por lo tanto era necesario otorgarle un voto de censura de parte de la
municipalidad. Distinta era la situación de la preceptora Juana Bonatti de la
escuela de niñas a quien se le dio un voto de agradecimiento “por el
aprovechamiento y notorio adelanto de sus pupilas manifestado en los últimos
exámenes rendidos.”
Todo esto condujo a
la municipalidad a clausurar esta escuela hasta que se consiga un preceptor
diplomado con mayores actitudes para confiarle el plantel de instrucción que
venía regentando desde hace más de seis años el Sr. Zúñiga con atraso de la
juventud.” El cargo salió a concurso y se fijaron carteles a efecto de
comunicarlo, dando un plazo de treinta días de convocatoria. Al concurso se
presentó Calixto Herrera y el propio Zúñiga quien se resistía a su cambio. El
concejo conformó el Jurado Calificador que estuvo compuesto por Pedro Valle y
Cristobal Marten. Esta comisión realizó la evaluación y presentó el 10 de julio
su dictamen final. Expuesto éste en sesión de Concejo y habiendo escuchado la
opinión de cada uno de sus integrantes, se decidió mantener como preceptor de
la escuela de varones a Zúñiga y a Calixto Herrera como auxiliar, pero
dividiéndose ambos el sueldo asignado diez soles, cinco a Zúñiga y los otros
cinco divididos en S/ 2,50 para cada uno. Esto no impidió que a inicios del siglo XX esta
escuela se clausure definitivamente.
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